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martes, 23 de abril de 2013

LOS CELTIBEROS

En primer lugar el término celtibérico resulta ser bastante impreciso y acoge, según el contexto en el que se hable, realidades distintas. No se trata sólo de las conocidas discrepancias entre las propias fuentes antiguas, entre las que algunos autores incluyeron a los vacceos dentro de los pueblos celtíberos, si no que, desde el punto de vista arqueológico, se ha venido entendiendo como cultura celtibérica manifestaciones que incluían un área mas extensa que el grupo estricto de pueblos celtibéricos en el sentido más restringido y en ella se incluía igualmente el territorio de los vacceos. Es cierto que ya desde hace tiempo se van detectando particularidades, desde la óptica arqueológica, dentro de los distintos  sectores que componen el área de la cultura celtibérica. Se ha tendido a identificar  estas particularidades con determinados pueblos de los que tenemos constancia a través de las fuentes literarias: vacceos, arévacos, vetones, pero a excepción de algunos elementos concretos, estos elementos no marcan unos límites nítidos –como por otro lado suele ocurrir siempre con los fenómenos culturales-.
Tal es todo el litoral desde las Columnas hasta la frontera entre Iberia y Céltica. El interior, el país por dentro (al Sur) de los Pirineos y del lado Norte de Iberia hasta los Astures- está bordeado principalmente por dos cordilleras. De ellas una corre paralela con la Pyrene empezando por los Cántabros y terminando en el Mar Nuestro. Esta Sierra llaman Idubeda. La otra cordillera va desde el medio (de la costa) hacia el Oeste (Sur) y tuerce hacia el Sur (Oeste) y el litoral que empieza con las Columnas. Esta cordillera en su principio es baja y desnuda atravesando el Campo Espartario, después se junta con la sierra con bosques que está sobre Cartago (Nova) y la región de Malaca. Esta sierra se llama Orospeda. Entre la Pyrene y la Idubeda corre el Ebro, siendo paralelo a ambas sierras y recibiendo sus aguas por los ríos que bajan de allí (de las dos sierras) y por otras aguas. En el Ebro está la ciudad Caesaraugusta y la colonia Celsa, que tiene un paso por un puente de piedra.
Este país está habitado por varias tribus, de las que la más conocida es la de los Iaccetanos. Esta tribu empieza por las estribaciones del Pirineo y se extiende por los llanos (del Ebro) llegando hasta la región de los Ilergetes alrededor de Ilerda y Osca, no lejos del Ebro. Sertorio, después de haber sido expulsado de la Celtiberia, hizo su última guerra en estas ciudades y en Calagurris, ciudad de los Vascones, y en el litoral de Tarraco y Hemeroskopeion, muriendo en Osca. Y más tarde en la región de Ilerda Afranio y Petreyo, los generales de Pompeyo, fueron vencidos por el dios César. Ilerda dista del Ebro, hacia el Oeste, 160 estadios; de Tarraco, hacia el Sur, 460 estadios; de Osca hacia el Norte, 590. Por esta región va la vía que conduce de Tarraco a los últimos Vascones que están junto al Océano con Pompaelo y *Oiasona, la cual está en la costa del Océano. La vía va hasta la frontera misma entre Aquitania e Iberia teniendo una longitud de 2.400 estadios. En el país de los Iaccetanos Sertorio com-batió contra Pompeyo, y más tarde Sexto, hijo de Pompeyo, contra los generales de César. Al Norte de la Iaccetania está la tribu de los Vascones con Pompaelo, lo que significa “ciudad de Pompeyo”.
De los celtíberos mismos, que están divididos en cuatro partes, los más fuertes son los Arévacos, que están hacia el Este y Sur y lindan con los Carpetanos y las fuentes del Tagus. Su ciudad más célebre es Numancia. Los Numantinos enseñaron su valor en la guerra Celtibérica contra los Romanos que duró 20 años. Porque muchos ejércitos fueron aniquilados con sus generales y por último los Numantinos murieron por hambre con excepción de unos pocos que entregaron la ciudad. Por el Este (de Celtiberia) están los Lusones, que igualmente llegan hasta las fuentes del Tagus. A los Arevacos pertenece también Segida y Pallantia. Numancia dista 800 estadios de Caesaraugusta, que según hemos dicho está situada en el Ebro. También Segóbriga es ciudad de los celtíberos y Bílbilis, alrededor de las cuales Metelo y Sertorio combatieron. Polibio describiendo las tribus y ciudades de los Vacceos y celtíberos, nombra entre sus ciudades también a Segeda e Intercatia. Dice Posidonio que Marco Marcelo había logrado en la Celtiberia un tributo de 600 talentos, por lo que resulta que los celtíberos eran numerosos y tenían bastante dinero a pesar de que habitaban un país pobre. Diciendo Polibio que Tiberio Graco tomó 300 de sus “ciudades”, (Posidonio) dice, burlándose de él, que el hombre (Polibio) ha dicho esto para complacer a Graco, llamando a las torres “ciudades”, como es costumbre en las pompas triunfales. Y quizá con esta crítica Posidonio tiene razón. Porque los generales y los historiadores fácilmente se dejan llevar de tales mentiras exagerando sus hazañas, ya que también los que atribuyen a los Iberos más de 1.000 ciudades me parece que han sido llevados a tal mentira llamando las aldeas grandes “ciudades”. Porque ni la naturaleza del país admite muchas ciudades por su pobreza y lejanía y falta de cultura, ni la vida y las hazañas de los habitantes admiten nada de esto con excepción de los habitantes del litoral del Mar Nuestro, siendo salvajes los que viven en aldeas. Tal es la mayor parte de los Iberos. Y hasta las ciudades no alcanzan fácilmente civilización, cuando son más numerosos los que habitan los bosques y hacen daño a sus vecinos.
Casi todos los Iberos, por así decir, combaten como peltastas, armados a la ligera por su bandolerismo, como dijimos de los Lusitanos, usan jabalina, honda y puñal. Con los infantes está mezclada también la caballería, siendo los caballos adiestrados en subir sierras y arrodillarse con facilidad, cuando esto hace falta y se les manda. Produce la Iberia muchos corzos y caballos salvajes. Y hay en algunos sitios lagunas con muchas aves, es decir cisnes y otros pájaros parecidos. Hay también muchas avutardas. En los ríos hay castores, pero su castóreo no tiene la misma calidad como el del Mar Negro, siendo propia al castóreo póntico su importancia medicinal, como sucede también con muchos otros productos. Porque según Posidonio sólo el cobre de Chipre produce la cadmea, el vitriolo azul y el arsénico blanco. Propio de Iberia según Posidonio es tambien que las cornejas ibéricas no son negras y que los caballos de Celtiberia siendo grises cambian tal color si se los lleva a la Hispania exterior. Dice que son parecidos a los de la Parthia, siendo más veloces y de mejor carrera que los demás.
Mapa de Celtiberia
Para Diodoro (5,33), Apiano (Iber.2) y Marcial (4,55), el término «celtíbero» tendría que ver con un grupo mixto, pues consideran que los Celtíberos eran Celtas mezclados con Iberos, si bien para Estrabón (3, 4, 5) prevalecería el primero de estos componentes, como lo confirman las evidencias lingüísticas, onomásticas y arqueológicas. El término habría sido creado por los escritores clásicos para dar nombre a un conjunto de pueblos hostiles hacia Roma, habiéndose sugerido que bien pudiera estar haciendo alusión a los Celtas de Iberia, a pesar de no ser los Celtíberos, como es sabido, los únicos Celtas de la Península.
Aunque para algunos autores actuales el concepto no remite a una unidad étnica, para otros sí se trataría de un grupo de estas características, ya que incorpora entidades de menor categoría, de forma semejante a los Galos o los Iberos. De todos modos, la nómina de pueblos que se incluirían bajo el término genérico de «celtíbero» no está suficientemente aclarada, siendo comúnmente aceptados los Arévacos, Belos, Titos, Lusones y Pelendones, aun cuando otros, como Vacceos, Olcades o, incluso, Carpetanos, puedan ser, asimismo, incluidos entre los mismos.
De acuerdo con esto, la Celtiberia se configura como una región geográfica individualizada, a partir de las fuentes literarias, la epigrafía, la lingüística y la arqueología, en las altas tierras de la Meseta Oriental y la margen derecha del Valle Medio del Ebro, englobando, en líneas generales, la actual provincia de Soria, buena parte de Guadalajara y Cuenca, el sector oriental de Segovia, el sur de Burgos y La Rioja y el occidente de Zaragoza y Teruel, llegando incluso a alcanzar la zona noroccidental de Valencia. El análisis de las etnias tenidas como celtibéricas, y su delimitación mediante las ciudades que se les adscriben, permite determinar unos límites para la Celtiberia que en modo alguno hay que considerar estables. En este sentido pueden valorarse los apelativos que acompañan a ciertas ciudades, haciendo referencia al carácter limítrofe de las mismas, como Segobriga, caput Celtiberiae, en Cuenca, Clunia, Celtiberiae finis, en Burgos, o Contrebia Leucade, caput eius gentis, en La Rioja.
Se ha defendido la existencia de una evolución del concepto territorial de Celtiberia desde su aparición en los textos situados en el contexto de la Segunda Guerra Púnica, donde presenta un contenido genérico, en buena medida equivalente a las tierras del interior peninsular, hasta alcanzar otro más restringido, en torno al Sistema Ibérico como eje fundamental; sin olvidar otras propuestas como la que identifica el territorio celtibérico con la Meseta. Es de advertir que, por tratarse de un término no indígena y debido a las aparentes contradicciones que las fuentes literarias ponen de manifiesto en su uso, se hace más compleja su valoración, lo que se evidencia en la reciente propuesta de A. Capalvo sobre la identificación de la última Celtiberia conquistada el 179 a. C. por Sempronio Graco en la provincia Ulterior.

Con todo, el teórico territorio celtibérico definido por las fuentes literarias viene a coincidir, grosso modo, con la dispersión de las inscripciones en lengua celtibérica, en alfabeto ibérico o latino. Asimismo, se constata la existencia de una onomástica particular restringida a la Celtiberia que conviviría con otra de ámbito más general, también de tipo indoeuropeo, extendida por el Occidente y el Norte peninsulares.

Por lo que respecta al registro arqueológico, ofrece, a la par que información sobre la Celtiberia y los Celtíberos de época histórica, la posibilidad de abordar el proceso de formación y evolución de la cultura celtibérica, fenómeno que remite a los siglos anteriores a la presencia de Roma en la zona y se enmarca en los procesos de etnogénesis registrados en la Península Ibérica a lo largo del primer milenio a. C. La secuencia cultural del mundo celtibérico ha sido establecida a partir del análisis del hábitat y las necrópolis, así como del armamento y el artesanado en general, integrando las diversas manifestaciones culturales celtibéricas. No obstante, se debe tener en cuenta la diversidad de áreas que configuran este territorio y, a menudo, la dificultad en la definición, así como el dispar nivel de conocimiento de las mismas. La periodización propuesta -que intenta adecuar la compleja realidad celtibérica a una secuencia continua y unificadora del territorio celtibérico- ofrece cuatro fases que abarcan desde el siglo VIII al I a. C.: Protoceltibérico, que se inicia en los siglos VIII-VII a. C.; Celtibérico Antiguo, que abarca entre mediados del VI hasta los comedios del V a. C.; Celtibérico Pleno, que se extiende hasta finales del III; y, por último, el período Celtibérico Tardío, que se extiende hasta el siglo I a. C., diferenciándose al tiempo distintos grupos o territorios de marcada personalidad cultural y étnica, correspondientes al Alto Tajo-Alto Jalón, al Alto Duero, a la Celtiberia meridional y a la margen derecha del valle medio del Ebro.

La continuidad observada en el registro arqueológico permitiría, pues, la utilización de un término étnico desde el período formativo de esta Cultura, a pesar de las dificultades que en ocasiones conlleva su uso para referirse a entidades arqueológicas concretas, en especial si remite a los momentos anteriores al de su creación -y utilización- por parte de los autores grecolatinos, como ocurre en el caso que nos ocupa. De esta forma, resulta adecuado utilizar el término celtibérico referido a un sistema cultural bien definido, geográfica y cronológicamente, que abarcaría desde el siglo VI a. C. hasta la conquista romana y el período inmediatamente posterior. Sin embargo, aunque no tenemos la completa certeza de si existieron grupos étnicos que se reconocieron como celtíberos en momentos previos a la configuración de la Celtiberia y a su mención por las fuentes escritas, hay suficientes argumentos de índole arqueológico que apuntan en esa dirección, estando aún por establecer desde cuándo puede determinarse la configuración de realidades étnicas del tipo de las de los Arévacos, los Belos o los Pelendones. En todo caso, resulta evidente que esos «Celtíberos Antiguos», sin corresponder exactamente con los Celtíberos que aparecen en las fuentes literarias a partir de finales del siglo III a. C., al menos por lo que se refiere a la realidad étnica, constituyen sin duda su precedente inmediato.

FUENTE: http://bellumnumantinum.blogspot.com.es
         http://es.wikipedia.org/wiki/Celt%C3%ADberos

URBANISMO CELTIBERICO


    La mayor parte de sus poblados u oppidums se asentaban especialmente en lugares elevados desde donde dominaban con la vista pastos y valles.
Las ciudades ocupan altozanos de bastante altura y, a veces de relieve escabroso, emergiendo generalmente sobre los valles de los ríos y tierras propicias para la agricultura. Su caserío se adapta a la topografía de terreno, bien sea llano o escalonado, estando rodeado de muralla y su apretada edificación está más o menos ordenada por calles y carecen de plazas o lugares abiertos, así como de una arquitectura monumental, aunque hay que valorar que, por lo general, las ciudades celtibéricas han sido arrasadas y alteradas por la construcción de ciudades romanas encima.
    Su urbanística se adapta perfectamente a la configuración del cerro o del terreno que remata con una amplia plataforma, a la que se acomoda el límite de su caserío y línea defensiva, establecida al inicio de la pendiente más brusca.
   La estructuración interna de los asentamientos estará condicionada por el momento en el que surjan, la función que realicen y la población que aglutinen. No obstante, el urbanismo celtibérico se muestra como anexión de casas iguales, ordenadas en torno a calles o espacios, como ampliación del esquema inicial de los poblados de calle central.
   En la mayoría de los poblados, la muralla, rodea todo el perímetro del poblado y que puede alcanzar los cuatro o cinco metros de altura, es única y está construida adaptándose al terreno con una cara interior y otra exterior de piedras más o menos regulares, rellenándose el espacio entre ellas de piedras más pequeñas y de tierra. Las murallas de los pueblos celtibéricos se levantaban como puro sistema de defensa
    El carácter orientalizante del Este Mediterráneo se notará desde tempranamente  en el Valle del Ebro desde finales del siglo VII y principios del VI a.C. donde los contactos comerciales muestran la presencia de ánforas fenicias y elementos de vajilla, vinculados con el consumo del vino.
    En algunos casos se rematan con torreones y estructuras de madera y otros tipos de obras de  flanqueo.
Dentro de su demarcación, pueden coincidir viviendas de tipo circular y rectangular, o casas adosadas a la muralla, o entre sí, formando espacios centrales o plazas.
   Hasta inicios del VI a.C. existe una secuencia ininterrumpida de fases constructivas y remodelaciones de los espacios habitados y de circulación que apenas se intuyeron en las publicaciones anteriores (Mata, 1991, 24; Mata et alii, 1999).
   Las calles de los pueblos celtibéricos son bastante irregulares en su ejecución y trazado y están empedradas con cantos rodados de desigual tamaño, con predominio de los más grandes, que muestran, en ocasiones, las huellas dejadas por el paso de los carros. Las aceras son de tierra y solamente sus bordes se ven reforzados por grandes cantos sin labrar.
    Las casas eran de una sola planta y estarían dispuestas en crujía con una sola habitación por fondo y tenían en algunas ocasiones el tramo inferior soterrado o excavado en la roca. El recrecido de las paredes estaba realizado en mampostería o con encestado vegetal recubierto de manteado de barro.
    Las viviendas son alargadas, separadas en algunos casos por estrechos pasillos, sin apenas divisiones internas y con un hogar circular, plano o en cubeta. Las paredes son de adobe sobre un zócalo de dos hiladas de piedras pequeñas y su basamento estaba realizado con mampostería, a base de grandes cantos, bien dispuestos por su cara plana, o bien ligeramente trabajados; por el contrario, el alzado de las paredes y los muros interiores, separadores de estancias, se construían con postes de madera.
  Están construidas a partir de un pequeño muro de unos cincuenta centímetros, sin cimentar, sobre el que se edifica una estructura de adobe y madera, para concluir en un tejado vegetal impermeable que filtra el humo de la hoguera.
En estas viviendas se distinguen generalmente tres espacios, separados por tabiques de tablas o ramajes.
En el centro se sitúa la estancia-cocina-dormitorio, espacio de la vida familiar, alrededor del hogar.
  La mayoría de las casas poseían una despensa donde  se guardan los alimentos en grandes tinajas de barro sobre altillos para preservarlos de la humedad.
   El espacio con más luz es la entrada, y en él se realizan las labores diarias, como el tejido en telares verticales o la molienda.   
    Las paredes estaban enlucidas con barro y cal, y la techumbre realizada con armadura de madera, que apoyaba sobre los postes de las paredes, y cubrimiento de ramaje sujeto a veces con barro y en algunas zonas, sobre los muros, con lajas de piedra.
Un elemento característico de los castros son las Piedras hincadas o chevaux-de-frise, sistema defensivo que consiste en colocar series de piedras aguzadas y de aristas cortantes, hincadas en el suelo, sobresaliendo entre 0,30 y 0,60m., en la zona más vulnerable del castro, por lo que no siempre acompañan a la muralla en su recorrido.
La presencia de fosos está atestiguada en algunos poblados a partir de la observación de una ligera depresión, que bien pudiera ser fruto de la extracción de material en estas zonas con vistas a la realización de diversas construcciones.
Estos poblados en altura, escasos, en un principio, se sitúan en lugares que ofrezcan las mejores defensas naturales, con sencillas murallas adaptadas al terreno o un simple muro cerrado al exterior por la parte trasera de las casas.
A partir del s. IV a. C, se generaliza la tendencia a establecer poblados fortificados en lugares estratégicos, que controlan amplios territorios y ejes de comunicación. De la existencia de estos primitivos pobladores y asentamientos dan fe ciertos yacimientos, abundantes en La Mancha, denominados genéricamente morras. Se emplazan en elevaciones naturales del terreno, de escasa altura, en las vegas de los ríos o zonas pantanosas, dominando amplios espacios abiertos.
A lo largo del siglo VI a. C. un número de castros, que basaban una parte significativa de su riqueza en la ganadería, se deshabitan y, por el contrario, otros, los menos, muestran en su roquedo una resistencia mayor, incluso se dejan “contaminar” con la presencia de cerámicas torneadas oxidantes, decoradas con anchas franjas de color vinoso, en diferentes yacimientos de influencia  mediterránea.


Los celtíberos se establecen lugares elevados y visibles, que refuerzan con murallas, torres defensivas y fosos. En el interior, las viviendas se organizan en torno a una calle o espacio central Las casas celtibéricas presentaban una planta rectangular, con una superficie de entre 40 y 50 metros cuadrados. Los muros se asentaban en un zócalo de piedra sobre el que se levantaban muros de adobe o tapial. A continuación se realizaba un entramado de postes a intervalos regulares sobre el que se colocaba una estructura de madera que sostenía la cubierta vegetal, dispuesta a una o dos aguas. El interior de los muros se enlucía con barro y paja y el suelo se pavimentaba con arcilla o tierra apisonada. Las viviendas estaban divididas en 3 estancias (de fuera hacia dentro):
    reconstrucción de una casa numantina
  • La primera, a la que se accedía desde la calle por una pequeña puerta, era la más luminosa y se destinaba a actividades domésticas y artesanales (fabricación de vestidos, molienda, etc.)
  • A continuación, la habitación más grande tenía el hogar en el centro o en un lateral y a su alrededor se disponían bancos corridos para descansar y comer. En las paredes se colocaba la vajilla en estanterías y muebles.
  • La última estancia estaba dedicada a almacenar aperos y ser despensa de alimentos.
Otras viviendas disponían de pequeños corrales adosados a las viviendas o de bodegas-cuevas bajo el suelo de la primera habitación y con el fin de almacenar y conservar alimentos.

ORGANIZACION POLITICA DE LOS CELTIBEROS

Entre los celtíberos (particularmente entre los celtíberos citeriores, pero no sólo entre ellos), existen organizaciones de carácter político no descritas ni analizadas directamente por las fuentes clásicas, que pueden permitir hablar de un nivel de desarrollo en las estructuras sociales que, por una parte, alcanzan el estadio que podría denominarse poliado o poliada (de "polis"); y, por otra, de una conciencia de pertenencia a un tronco común (sea éste real o ficticio) que tiene como consecuencia el establecimiento y la vigencia de instancias político-jurídicas y militares de decisión conjunta.
Por otra parte, hay una Celtiberia, pronto desaparecida como tal en las fuentes clásicas, por pasar en fecha relativamente temprana al control directo de las legiones, a la cual dejan casi inmediatamente de aludir los escritores antiguos. Esta zona coincide, a grandes rasgos, con las áreas ribereñas del Ebro medio, y en ella, no obstante su romanización o sumisión a Roma o a sus aliados indígenas en fecha temprana, el historiador ha de ver una zona básicamente celtibérica en cuanto a su poblamiento y fondo cultural, prescindiendo un tanto de los hechos superestructurales de reciente implantación.
En cuanto a las evidencias que nos ofrecen los hallazgos arqueológicos, en términos generales -y hablamos sobre comprobaciones llevadas a cabo por los arqueólogos para casos concretos en la Celtiberia Citerior-, puede asegurarse que hay no sólo ciudades en el sentido pleno (jurídico-político y funcional), sino una red urbana jerarquizada en la que existen centros principales y subordinados al menos en tres niveles de jerarquía. Los centros principales son menos abundantes y, a mayor densidad de funciones acumuladas, mayor es la distancia entre núcleos del mismo grado. (Sobre estos puntos hay una perspicaz elaboración de F. Burillo, 1986.) Para Burillo, la génesis de las ciudades tuvo lugar, probablemente, tras "una interrupción entre fines del siglo VI y primera mitad del V", que supuso "el abandono de buena parte de los poblados de los Campos de Urnas finales y el surgimiento de poblados de nueva planta correspondientes al ibérico pleno con participación, en número que desconocemos, de pobladores procedentes de zonas costeras, iberizadas con anterioridad".
En el Ebro Medio no cree Burillo que apareciesen con anterioridad al siglo III (que es fecha, quizá demasiado baja, pero que está en dependencia de la relación iberización-urbanización, básica en el planteamiento del autor). Hay dos casos bastante claros en las fuentes. De uno -el de Complega/Kemelon-: Apiano la describe como ciudad fortificada, en 181, de nueva creación por los indígenas y de crecimiento veloz, en la que se refugiaron, entre otros, lusones carentes de tierra. Se crea, aparentemente, el núcleo urbano como defensa frente al invasor y refugio de desheredados o vencidos. El otro caso es el de Segeda, en torno a la cual nos informan Apiano, Diodoro y Floro. Los segedenses amplían su recinto y concentran poblaciones del entorno en un acto de voluntad política explícita que preocupará a Roma hasta el punto de originar una guerra. En expresión de Burillo, Segeda es un "centro jerarquizador de un espacio geográfico, que ella misma remodela concentrando la población...".
Que el hecho ciudadano es una realidad y no una entelequia de los investigadores queda pues, demostrado (no obstante las presuntas estructuras sociales basadas predominantemente en el parentesco, las "gentilitates", etc.) por los documentos celtibéricos mismos. En efecto, en éstos se menciona con frecuencia a las ciudades; así en las téseras de hospitalidad aparecen nombre como Uxama o Cortona, y en inscripciones de otra clase (como la llamada estela de Ibiza) sucede lo mismo, mencionándose la procedencia del individuo  con referencia a una ciudad y no a otra cosa. La tésera Froehner, igualmente, habla de un celtíbero natural de Contrebia Belaisca. Esto es cuando se produce documentación epigráfica destinada a servir fuera del territorio de origen es frecuente la mención de la ciudad de procedencia. Ello, en sí, es un testimonio fehaciente de que este hecho, puramente territorial y político, sin significación de parentesco alguno, es un hecho históricamente activo.
Ha de sumarse a ello la evidencia arqueológica que suministran, poco a poco, las excavaciones sistemáticas. Los trabajos desarrollados en los últimos años de Contrebia Belaisca (Botorrita). por A. Beltrán y M. A. Díaz, han suministrado, entre otras cosas, indicios claros de la existencia de elementos característicos de la función urbana:
1. Piezas epigráficas de notable extensión, en bronce, guardadas por distintos sistemas de fijación para su exhibición o consulta, de modo idéntico al que conocemos para este tipo de documentos en Roma.
2. Un edificio público de carácter monumental y de notable tamaño, continuadamente utilizado y reaprovechado, en el que destacan, por su cantidad y tamaño las piezas que integraron su columnata anterior, así como la altura conservada de sus paredes (5 m.) y el tamaño de su recinto.
3. La situación elevada, acropolitana, de este último y su carácter, probablemente, a un tiempo cívico-religioso y militar, a juzgar, entre otros restos, por los elementos de artillería antigua allí conservados.
Tal cosa aparece en un yacimiento identificado sin lugar a dudas con Contrebia Belaisca o Balaisca, el cual fue sede central de una pequeña (pues ni es extensa ni acuñó plata) comunidad política autónoma. Baste decir esto para imaginar qué han de deparar excavaciones aún no planteadas, pero que alguna vez se producirán, en lugares como Beligiom o Segaisa, que fueron establecimientos de bastante mayor rango, a juzgar por los restos visibles en prospección y por su condición de acuñadores de plata.
En el ámbito de la función militar, apenas cabe dudar de la autonomía y relevancia de la entidad ciudadana entre los celtíberos. Una ciudad empieza una guerra (Segeda-Segaisa) y otra se erige en su continuadora de la masacre, y no una "tribu" ni un "pueblo". Se trató -y las fuentes así lo señalan- de "segedenses" y de "numantinos", claramente, más que de belos o de arévacos, que son denominaciones de otra condición. Las fuentes hablan del "demos" de Bélgeda y de su bulé o consejo, y no del conjunto de los belaiscos o de los belos. En las ciudades se localizan episodios precisos, alzamientos, revueltas, asedios y escarmientos, que no siempre tienen alcance interurbano. Los mismos celtíberos atienden sus necesidades militares poniendo el énfasis en el control de ciudades de cuya fidelidad desconfíen -como sucede a los numantinos y sus guarniciones o presidios en Malia o en Lagni-, etc. Es también notable el hecho de la interpretatio Romana que facilita el bronce de Contrebia. Se habla, como es sabido, de magistratus, de senatus y de praetor. Sobre este último término, en particular, llamamos la atención. Senatus y magistratus son más genéricos; pero el presidente de la asamblea así designada es denominado praetor: no dux, ni princeps, ni rex.
Otro indicio que, sin ser totalmente probatorio, sí muestra cómo las unidades sociales expresadas en los genitivos de plural no debían de ser muy grandes, es el de la parquedad del repertorio de los nombres de pila en la Celtiberia citerior (J. de Hoz, 1986); al igual que en Roma, a juzgar por todos los datos disponibles, la identificación individual no podía encomendarse al primer nombre, que era escasamente singularizador. La identidad se producía, pues, a partir del nombre gentilicio, lo que apunta a que la unidad familiar no pudiese ser muy amplia: la escasez antroponímica muestra que no era importante el disponer de un amplio repertorio de nombres personales o gentilicios si no había muchos miembros de la familia que distinguir.
Desde 140 ya no se menciona a titos y belos como combatientes, y a partir de esa fecha la retaguardia romana es el Ebro. La interpretación es que, desde Graco, Roma se limita a fijar una frontera dentro de Celtiberia para salvaguardar el Ebro. ¿Qué merma supuso eso, y cambios, a Celtiberia y los celtíberos? Esa frontera no se desvanece entre 133 y 29 (período de las acuñaciones) y es lícito suponer que hubo una Celtiberia "desaparecida" como tal y otra más activa e interior (frente a los cimbrios en 104, frente a Didio en 99-94, frente a Flacco en Belgeda, en 93-92). En esa frontera están Castra Aelia y Castra Atiliana; esto es, dos campamentos militares permanentes de Roma. La acción de Roma sobre los pueblos celtíberos del Bajo Jalón y ribera del Ebro debió de ser muy temprana y eficaz: desde el 179 hay obligación de prestación de auxilio militar regular. En 146, Vetilio lleva 5.000 titos y belos contra Viriato. En 102, Mario emplea regulares celtíberos contra los lusitanos. La incorporación a la civitas romana es, no obstante, más lenta en el Duero y territorios meridionales de la Celtiberia citerior, ya que existen unidades auxiliares celtibéricas (de no ciudadanos romanos, por lo tanto) en fechas avanzadas: Ala II Hispanorum Aravacorum (atestiguada desde mitad del siglo I), Ala I de los mismos (es julio-claudia también) y la Cohors I Celtiberorum, que se atestigua en el II.
Parece, pues, que los arévacos, por un lado, y los titos, belos y lusones, por otro, son celtíberos. Y que el conjunto de los citeriores es más fácilmente agrupable, resultando más individualizada la personalidad arévaca. Y, por otra parte, que hay una Celtiberia del Ebro, ribereña, en torno a Gracchurris y los Castra, pronto ocupada en permanencia y avanzada de Roma. Toda esta unidad se engloba en otra mayor, genéricamente céltica, cuya zona nuclear puede estar determinada por los gentilicios en -kom, desde los Montes Galaicos hasta el Sistema Ibérico, y en la que los pueblos de tipo indoeuropeo más arcaico y menos urbanizado serían astures, cántabros, pelendones, carpetanos y vettones.
Queda pues totalmente aceptada la existencia de la ciudad como centro de la estructura política de rango estatal entre los celtíberos. Pero se halla pendiente determinar el momento en que aparece esta forma de gobierno y su incidencia en la estructura del hábitat. Si bien hay unanimidad en situarla con anterioridad a la llegada de Roma, falta la constatación estratigráfica en un yacimiento determinado para fijar el momento en que se produce este fenómeno de gran trascendencia histórica. Tan sólo el análisis de testimonios indirectos al propio asentamiento que configura la ciudad nos permite situar su surgimiento en fechas más antiguas que las que se venían aceptando. Partimos de la base de que la aparición de la ciudad debe tener una incidencia clara en los cambios de los patrones de asentamiento, tanto en la fase previa a su aparición, como en la estructuración que realiza posteriormente del territorio por ella controlado. En el ámbito celtibérico del valle medio del Ebro encontramos evidencias de cada uno de estos procesos, coincidentes, a su vez, con cambios similares en otros territorios peninsulares próximos. Las prospecciones arqueológicas realizadas por Royo y Aguilera en el río Huecha muestran de forma fehaciente como la gran mayoría de núcleos habitados durante el s. VI a. de C. desaparecen: de los 21 asentamientos identificados únicamente 4 estarán ocupados en el período posterior, de ellos 3 son ciudades, cuyo nombre conocemos en la etapa histórica: Bursau, Caravis y Belsinon. La contextualización de este cambio mostró que era similar al que aparece en la cuenca sedimentaria del Duero, donde tras la denominada "facies Soto" se produce una concentración poblacional con el surgimiento de las ciudades vacceas, lo que me llevó a proponer que la ya identificada "crisis del Ibérico Antiguo" tendría como consecuencia la sistemática desaparición de poblados y la posterior aparición de la ciudad y con ella el inicio de la estructuración étnica que conoceremos en las fuentes escritas. Esta propuesta se ratifica ante la presencia de un nuevo modelo de estructuración del poblamiento detectado en otra parte del valle medio del Ebro y para la que nuevamente encontramos una analogía próxima, en concreto en la colindante área levantina. Las investigaciones de Bonet y Mata han demostrado cómo la ciudad de Edeta en Liria desarrolla a finales del s. V a. de C. un control del territorio de ella dependiente, potenciando el surgimiento de poblados atalayas de carácter defensivo y de situación estratégica. Estos asentamientos responden a un prototipo similar: surgen ex novo, tienen una calle central en torno a la cual construyen las casas de igual tamaño y con paredes colindantes, además de la muralla presentan un torreón en uno de sus extremos. Un yacimiento de similar características es el Tarratrato de Alcañiz, que dependerá de una ciudad ibérica próxima que debe identificarse, pero también puede asimilarse este modelo al celtibérico Castellares de Herrera de los Navarros, cuya proximidad al yacimiento de la Atalaya de Azuara donde se sitúa Beliciom, obliga a considerarlo como ejemplo del control del territorio que realiza esta ciudad. A falta de intensificar la investigación futura, F. Burillo propone que el surgimiento de la ciudad celtibérica en el valle del Ebro deberá fecharse en un momento situado entre finales del s. V y mediados del IV a. de C.
Es en el período de transición del s. II al I a. de C. cuando encontramos los más importantes cambios socioeconómicos, debido a la integración del valle medio del Ebro en la esfera romana, lo que dará lugar a la implantación del esclavismo. Surgen las denominadas "ciudades de llano". Asistimos a una importante expansión de la agricultura de regadío, de la que el bronce de Contrebia muestra un claro testimonio jurídico, pero también lo prueba los asentamientos rurales identificados por Aguilera en la Huecha que, si bien se interrumpirán drásticamente con las guerras sertorianas, adelantan casi en un siglo el sistema de explotación que veremos en las villas romanas. Se desarrollará el artesanado, surgirán talleres musivarios y verdaderas industrias alfareras, que acuñarán con sellos sus producciones, algunas como los morteros tipo Azaila con una clara distribución regional, tal como ha demostrado Aguarod. Tambien se intensifican las explotaciones mineras. Continúan explotándose los filones argentíferos que abastacerán las emisiones de denarios. Se ha comprobado el importante papel que empieza a tener el hierro de Sierra Menera, en torno a cuyas minas se erigió una serie de fortines vinculados a escoriales y próximos a los caminos que comunican con el Jiloca, lugar donde surge la ciudad de la Caridad y posteriormente la de San Esteban del Poyo del Cid, convertidas en centros de control de las transformaciones metalúrgicas.

LA RELIGION DE LOS CELTIBEROS

Los celtíberos ya que eran de religión celta tenían los siguientes dioses más importantes , pero también es posible que tuvieran dioses de carácter íbero  o del panteón así como algún ave como demuestran las cerámicas, y  entre ellos se diese el culto al cuervo

Lug

 Lugh es sin duda un dios pancéltico y aparece en lugares tan distantes unos de otros como los topónimos de ciudades de Galia, tales como Lyon (Lugdunum, donde dunum es fortaleza, es decir la fortaleza de Lug),la leyenda cuenta que fue fundada en el lugar donde unos cuervos, animales asignados a Lugh, revoloteaban, o Loudan y Laon , en Holanda Leiden, en Silesia Leignitz, Lugo, en España y en la villa de Osma (Tarragona), zona de influencia íbera.
Lugh es quizás el aspecto de la Divinidad más grande y con más simbolismos en nuestras creencias ya que está relacionado y emparentado tanto con los Tuatha dé Danann como con los Fomorianos, a los que se enfrenta posteriormente, dando muerte como predijo la druidesa Biróg a su abuelo, el fomoriano Balor, el del ojo maligno, que su sola mirada causaba la muerte en el instante, cuando con su honda le alcanzó en él, reventándole el ojo y derrumbándolo A partir de este momento fue nombrado como Lugh lamhfadha, (del largo brazo).
Para los antiguos celtas Lugh, era el dios de la cosecha y la fertilidad, incluso se celebraban fiestas en honor a el justo cuando comenzaba el tiempo de las cosechas, en agosto (lughnasa), de ahi tambien el nombre de un grupo de folk irlandes lunasa.

Cernunnos
Cernunnos es un dios con cuernos descubierto en la mitología céltica. Está vinculado con los animales machos, en particular el ciervo en celo, y esto ha conducido a asociarlo con la fertilidad y los frutos. Descripciones de Cernunnos son encontradas en muchas partes de las Islas Británicas y la Europa occidental . Él es retratado frecuentemente con barba y un pelo salvaje, cubierto de maleza – él es, a fin de cuentas, el señor del bosque.
Con sus cornamentas poderosas, Cernunnos es un protector del bosque y el amo de la cacería. Es un dios de la vegetación y los árboles en su faceta como el Hombre de Verde, y un dios de la lujuria y la fertilidad cuándo es asociado con Pan, el sátiro griego. En algunas tradiciones, se lo ve como un dios de la muerte, él se toma tiempo para confortar a los muertos cantándoles en su camino hacia el mundo del espíritu.
En forma humana, a menudo tiene la apariencia de un hombre maduro en frente adornada cornamenta. Una serpiente con cabeza de carnero que se asocia con frecuencia. A menudo también se sentó con las piernas cruzadas en el momento y acompañado por los animales salvajes. Atributos implican salvajismo potencia sexual, los ritmos estacionales, .

Epona

Diosa Celta de los caballos, la naturaleza, la vida, la muerte...también se asocia al agua y la sanación, la primavera y los ríos.
Pertenece a la Mitología Gala, y sería similar a la Rihannon galesa,a la Macha irlandesa, a Edain...se encuentran paralelismos incluso con Cibeles, y también se le llama Rosette, o " the great mare" ( la gran yegua)....en algunos sitios la llaman también "la pelirroja". Epona es una diosa madre, una diosa de la fertilidad, protectora de la casa y de la cosecha, ya que representa no sólo un caballo, sino también con el trigo en sus manos.
Fue venerada especialmente en la Galia ( Francia), aunque también tuvo su culto por Europa continental ( Roma, Centro Europa, Yugoslavia), Bretaña, ...incluso el norte de Africa.
Fue aceptada por el mundo romano...de hecho se instauró el día 18 de diciembre como el día de Epona, y se creó un templo en la capital en su honor. En los cuarteles de la caballería también había pequeños templos para su culto.
Pueden verse representaciones suyas en monedas romanas, donde además se la consideraba una diosa de la abundancia y la prosperidad.
En
España también se veneró a Epona...por lo visto en Zamora, en la Iglesia de Paramio, puede leerse una inscripción que dice ..." DVERIA EPPONE RITIS" ( se cree que data del siglo II, y se referiría a los donativos que debía hacer la gente para honrarla).


Los que arriba hemos mencionado son los más importantes, ya que en cada población o localidad tenían unas deidades diferentes así podemos citar otros dioses menos importantes de diversas consideraciones como

Taranis  Teutates, que era el protector de la tribu, las Madres que eran las diosas de la fertilidad.

 

ARMAMENTO CELTIBERICO

ARMAMENTO DE LOS CELTIBEROS


En cuanto a las armas algunos celtiberos usan escudos ligeros como los galos y otros circulares (...) Sus espadas tienen doble filo y están fabricadas con excelente hierro, también tienen puñales de un palmo de longitud. Siguen una practica especial de fabricación de sus armas pues entierran laminas de hierro y las dejan así, hasta que con el curso del tiempo el oxido se ha comido las partes mas débiles quedando solo las mas resistentes (...). El arma fabricada de esta forma descrita corta todo lo que pueda encontrar en su camino, pues no hay escudo, casco o hueso que pueda resistir el golpe dada la extraordinaria calidad del hierro (..) (Diodoro 5, 33)



TIPOS DE ARMAS

·         La tecnología de la guerra: armas y armaduras

Además del valor de los celtíberos y la bravura de sus caballos, los textos clásicos también destacan la calidad y eficacia de su armamento.

El uso del hierro se generalizo en la Celtiberia, produciendo mayor cantidad de armas y mas baratas, el ejercito romano llegó a imitar la espada celtibera.

·         Espadas y puñales

La falcata es una espada de acero, fue muy usada entre los pueblos celtíberos. Se utilizaban espadas de tipo laTene y espadas del tipo Arcobríga, que eran espadas de hierro damasquinadas. .
El hierro se sometía a un tratamiento de oxidación (enterrando las planchas bajo el suelo entre dos y tres años) eliminando así las partes más débiles de este. La hoja se realizaba forjando tres láminas y uniéndolas en caliente, de las cuales la central presentaba una prolongación para la empuñadura con forma de caballo.

·         Lanzas y armas arrojadizas

Las más usuales son las de lanza y jabalina. el asta era normalmente de madera de fresno,Las puntas de forma foliácea iban unidas al asta. Estas armas serían usadas tanto por la caballería como por la infantería, pudiendo incluir cada guerrero una o varias de estas armas.

·         Hondas

Los celtiberos usaban hondas como armas arrojadizas, los proyectiles eran de barrro, a veces el proyectil eran incendiario, es decir se lanzaba para provocar incendios con la utilizacion de resina.

Escudo

Los romanos escribieron que “los celtíberos van armados, algunos con el escudo largo galo, otros con escudo redondo”, estaban fabricado en cuero o madera con úmbo metálico, es el más conocido, al que los latinos llamaban caetra. Fue usado tanto por infantes como por la caballería, y solía transportarse colgado sobre el cuerpo.
Algunos de estos escudos eran pequeñísimos, poco mayor que una manopla, para usar empuñado, propio para la lucha cuerpo a cuerpo, y en rapidísima esgrima útil para detener los golpes enemigos.

Cascos

Los cascos podian ser metalicos, de cuero, podian ser lisos o rematados por figuras en la parte superior, cubrian los laterales de la cabeza y la nuca. Existia una relación entre la simplicidad de casco y la importancia del guerrero.

·         Otros objetos usados en la guerra

Un instrumento bélico y de uso corriente, propio de la Celtiberia, era la trompa de cerámica, que llamaba al combate.


GLADIUS HISPANIENSE

Lla espada de origen hispano que había sido adoptada por los romanos algunas décadas antes, según cuentan otros textos del mismo Livio y de Polibio, Claudio Cuadrigario y Aulo Gelio.
Está reconocido por los romanos y confirmado por la arqueología, que las legiones fueron adoptando, a lo largo de los siglos de la República, las armas más efectivas de los enemigos con los que tuvieron que medirse, hasta configurar una panoplia típica de infantería pesada que, junto con la rigurosa disciplina y organización táctica, forjaron un ejército que, si no imbatible, era extremadamente tenaz y eficaz en casi todos los terrenos y contra cualquier tipo de enemigo.
Pero existía una seria dificultad que se ha venido obviando: todas estas espadas cortas son punzantes y, por tanto, se adaptan mal a las descripciones de las fuentes clásicas, que insisten en la doble capacidad, tajante y punzante, del gladius hispaniensis.
 
HONDA CELTIBERICA

Los celtíberos realizaban sus hondas en material perecedero, probablemente en cuero. Se conoce su uso debido a que en los yacimientos de la época se han encontrado un gran número de proyectiles para hondas. Estos proyectiles eran habitualmente balas de plomo y de piedra.
Se empleaban para defender desde las murallas los intentos de aproximación o de asalto. En el campo de batalla también se usaban, a distancia y previamente al enfrentamiento con el enemigo.

LANZA CELTIBERICA

Las lanzas celtíberas tenían un asta de madera en la que se fijaba una punta de lanza de hierro en el extremo, y en la parte posterior, un regatón cónico, que servía para apoyar la lanza en el suelo cuando no se usaba.
En Numancia hay documentadas puntas de hierro pertenecientes a otros tipos de armas enastadas, destacando la falarica, de asta mixta, siendo una parte de madera y otra de hierro, y que se empleaba como arma arrojadiza. También tuvo importancia el soliferrum, que era totalmente de hierro, y se empleaba también como arma arrojadiza.
Apiano consideró que las lanzas eran el arma principal de los celtíberos. Su importancia está indicada por la amplia presencia de restos en necrópolis celtibéricas, así como por las numerosas alusiones a ellas en las fuentes clásicas.
Las lanzas se empleaban arrojándose desde corta distancia debido a que tenían un alcance en torno a 30 metros. Una vez lanzadas, los celtíberos cargaban contra el enemigo armados con espadas o puñales, enfrentándose así cuerpo a cuerpo. Se perdía así la funcionalidad de la lanza, dando paso a las armas de corte y filo.

PUÑALES CELTIBERICOS

Era una de las armas más usadas por los celtíberos. Eran de dos tipos: biglobulares, y de frontón; según la forma de la empuñadura. Las hojas eran de hierro, de doble filo y apuntadas. La empuñadura se reforzaba con láminas de hueso o madera.
Las guardaban en vainas o fundas que se colgaban del cinturón. Eran de bronce, de hierro o de cuero reforzadas con metal en los cantos. Algunas se decoraban con calados, troquelados, o damasquinados de plata.

Según Posidonio, los celtíberos empleaban puñales de un palmo de longitud, que les servían en combates cuerpo a cuerpo.

SOLIFERRUM

Aunque los antiguos iberos y celtíberos conocieron y emplearon un tipo de lanza arrojadiza muy parecida al pilum (la falarica), lo cierto es que entre ellos alcanzó mucha mayor popularidad una solución que llevaba a su conclusión lógica extrema la necesaria combinación de los dos requisitos, y que produjo un tipo especial de lanza muy elegante en su aparente simplicidad: el soliferreum o saunion olosideron.
El soliferreum es una lanza toda ella forjada en una sola pieza de hierro, con una longitud media de en torno a los dos metros (aunque las hay mucho mayores, de hasta 223 cm). Tiene una punta muy corta, que puede adoptar varias formas: a veces se trata simplemente de un extremo aguzado del astil, pero es más frecuente que tenga dos pequeñas aletas. En los casos más elaborados, estas aletas tienen una o varias "barbas" o ganchos, diseñadas para que fuera mucho más difícil extraer la punta de la herida, provocando desgarrosDebieron ser extremadamente efectivos como armas arrojadizas pesadas, porque el peso y la densidad del material del astil dotarían de gran capacidad perforante a la estrecha punta, mientras que el astil penetraría sin rozamiento por el orificio abierto por aquella, al ser más estrecho aún (en torno a un centímetro de diámetro); esto permitiría atravesar un escudo sin apenas pérdida de impulso.

PUÑAL VACCEO

El Museo de Valladolid presenta como pieza del mes de Marzo un extraño objeto de hierro damasquinado con hilo de plata que, pese a sus dimensiones exageradas e inusuales, no es otra cosa que el pomo o remate de la empuñadura de un puñal corto, tipo Monte Bernorio.
Este pomo apareció junto al cinturón que sujetaba el puñal, pero sin el resto de los elementos del arma, en el yacimiento arqueológico de “Las Ruedas”, en Padilla de Duero, una pedanía de la localidad vallisoletana de Peñafiel. Este sitio era la necrópolis o lugar de enterramiento de las cenizas de los habitantes de la antigua ciudad vaccea Pintia. El puñal formaba parte del ajuar depositado en una tumba de cremación que se ha fechado en el siglo III a.C. ¡hace dos mil doscientos años.

lunes, 22 de abril de 2013

CULTURA MATERIAL DE LOS CELTIBEROS

Su arte principal es el cerámico, alcanzando la misma perfección técnica que los íberos
Emplean el torno y fabrican tres tipos de vasos: lisos y de pasta carbonosa; grises, de arcilla lavada y con círculos concéntricos estampados a punzón, y rojos pulimentados (cocidos a fuego oxidante). Sus perfiles son angulosos, delimitando zonas fáciles con pintura. Los motivos decorativos siguen un proceso de estilización, diferenciándose tres estilos:
1)    figuras de silueta negra con relleno rojo amarillento y detalles en blanco; dibujo naturalista y torpe donde rige la ley de la frontalidad y falta la perspectiva;
2)    figuras polícromas sobre barro rojo, con motivos barrocos y aparición de monstruos;
3)    figuras en negro, estilizadas, ocupando toda la superficie decorable. En conjunto puede decirse de la cerámica celtibérica que el gusto decorativo es céltico, pero la técnica ornamental es ibérica.
Otros elementos de cultura material los constituyen los collares y brazaletes de bronce (de origen galo), las fíbulas de bronce y hierro, que siguen los prototipos del Hallstat final y época de La Tène (con apéndice lateral en botón, zoomorfas, anulares, etc.).
Estas fíbulas acompañan una indumentaria masculina a base de calzón, sandalias, grebas de pelo y sagum o sayo, que se hace doble entre los lusones. Las mujeres vestían túnicas o mantos de colores claros y se adornaban con altos peinados, ajorcas de bronce, pendientes en creciente lunar y collares rígidos. Éstos desaparecen en los siglos II y I, sustituidos por los de pasta vítrea (que proceden del comercio oriental) y por los de hilos de bronce trenzados y rematados en cabezas de serpiente.
Las excavaciones arqueológicas han aportado nuevos datos sobre algunas ciudades celtibéricas. En Tarazona, y dentro del proyecto Silbis, se identificó por primera vez en su casco urbano la existencia de niveles celtibéricos, datados en el s. I a. de C. De una cronología próxima es el vertedero localizado junto a niveles imperiales en la Torre del Pedernal de Borja y que ha de vincularse con la ciudad de Bursau.. Hay también abundancia de objetos de hierro, entre ellos diferentes armas abandonadas cuando se destruyó la ciudad durante las guerras sertorianas.
Las excavaciones de Aranda en la necrópolis de Umbría de Daroca  han puesto al descubierto uno de los pocos casos de todo el ámbito celtibérico donde se han diferenciado tres fases en la secuencia cronológica, que va desde el s. VI/V al I a. de C., con cambios en el ritual y en los materiales arqueológicos.
Collado ha dirigido varias campañas de excavación en el Montón de Tierra de griegos, yacimiento situado junto a la necrópolis del Cuarto. No se ha fijado la funcionalidad de la estructura de carácter turriforme descubierta, aunque todo parece indicar que debe relacionarse con un hábitat pero entre los restos óseos aparecidos en su interior se ha identificado dos fragmentos de calota craneana de un feto y restos de adulto, sin que se sepa las razones de su presencia.
Distinto es el caso del hallazgo de restos de un niño de 5 a 7 años en Contrebia Belaisca, muerto en el ataque a la ciudad. Marco ha continuado sus estudios de religiosidad celtibérica, mostrando sus vínculos con las religiones célticas y la interacción existente con la actuación romana.
Sopeña nos ha proporcionado un interesante estudio sobre el papel de la guerra y de la muerte en la sociedad celtibérica, a destacar su llamada a la prudencia sobre la continua interpretación del ritual de cabezas cortadas entre los celtíberos, revivido a partir de pequeños bronces procedentes de Bilbilis y Secaiza y que se han relacionado con la fantasiosa interpretación del Marqués de Cerralbo de la piedra de los sacrificios de Monreal de Ariza.
Asimismo, frente a la defensa de existencia de enterramientos rituales celtibéricos vinculados con la muralla de Bilbilis Italica, Burillo propone, a partir de la interpretación del contexto estratigráfico en que aparecieron que sean posteriores a la etapa celtibérica y por ende no puedan ser considerados fundacionales.

EL LAPIS SPECULARIS

El lapis specularis o piedra especular se identifica con la variedad mineralógica del yeso conocida como yeso selenítico; éste se caracteriza por su aspecto hialino y por su gran tamaño cristalino, del que se pueden obtener láminas de exfoliación de grandes proporciones. En la comarca donde se localiza, es denominado y conocido como espejillo, espejuelo, reluz, piedra del lobo (ya que brilla al reflejo de la luna), espejo de asno, etc.
Su denominación proviene de su principal característica, la de poder dejar pasar la luz y poder ver a través de su masa, singularidad que compartió con otros materiales pétreos que se explotaron en época  romana y que fueron utilizados en el pasado por semejante peculiaridad.
En la antigüedad, los tratadistas clásicos realizaron la clasificación y la nomenclatura de los minerales en función de sus características, apoyándose tanto en las propiedades del uso y cualidades de talla de la piedra, como por el lugar geográfico de su ubicación, así como por su color, forma, semejanza con alguna cosa, o cualquier tipo de relación que identificara o aludiera al mineral en cuestión.
Esta catalogación permitía que una variación de color de un mismo mineral, por pequeño que fuera, determinara la existencia de otro con distinto nombre y, por el contrario, varios minerales con una característica semejante quedaban incluidos bajo una misma denominación. Sólo hasta el siglo XVIII, con la aparición del análisis químico y el desarrollo de la mineralogía científica, se descubrió que minerales con una forma externa similar podían ser distintos, y dos de apariencia física diferente podían compartir la misma composición química y cristalina.
Actualmente, se mantiene el empleo de nombres antiguos para mencionar a ciertos minerales, a pesar de que muchos de ellos no se corresponden con el mineral referido en la antigüedad, favoreciendo de este modo las confusiones y un cúmulo de errores.
El caso del lapis specularis no ha sido una excepción. Desde hace siglos, y hasta nuestros días, la identificación del espejillo ha pasado por variopintas interpretaciones, entre las que se encuentran la mica (atribución errónea de Adolf Schulten, que ha sido continuada por otros investigadores perpetuando semejante catalogación), y otras asignaciones igualmente confusas y desafortunadas como el mármol, el talco y el alabastro.
En la identificación de Segóbriga, el lapis specularis resultó ser determinante en la disputa que durante siglos mantuvieron diversos investigadores por ubicar el emplazamiento correcto de dicha ciudad. Así, unos y otros, en defensa de sus postulados, esgrimieron la presencia o no de la piedra especular, e incluso viajaron a los distintos sitios (Albarracín, Segorbe, Saelices), que se proponían como lugares posibles de la antigua Segóbriga, recorriendo y prospectando los campos para confirmar o desmentir los indicios mineros que identificaran de forma segura el emplazamiento de la ciudad.
En la actualidad, al igual que no existe duda razonable sobre la ubicación de Segóbriga en el cerro de Cabeza de Griego (Saelices, Cuenca), tampoco existe sobre la naturaleza del material que fue el principal elemento dinamizador de la economía de las tierras conquenses en época romana. Sus vías principales de comunicación y en especial la calzada que unía Segóbriga con Carthago-Nova, así como algunas de sus ciudades y la distribución de sus gentes, se articulaban en función del aprovechamiento de este material, que en su día logró alcanzar una importancia sólo comparable con las grandes explotaciones metalíferas de la época.
Una vez perdida su funcionalidad y uso, la explotación del yeso especular fue prácticamente abandonada, ya que a partir de época  celtibérica y romana sólo se ha aprovechado de forma residual, de  manera puntual y en ocasiones con finalidades diferentes.
La distribución del espejillo se haría con carretas tiradas por caballerías y, las más pesadas, por bueyes. El transporte rodado de carga se serviría de las calzadas como vías de comunicación para el comercio del lapis specularis, en especial la calzada hacia Carthago-Nova que, sería la ruta natural de salida y exportación del espejillo.
El final de las explotaciones de lapis specularis vino condicionado por el desarrollo de la industria del vidrio y su sustitución por éste. Al no haberse continuado la explotación nada más que de forma residual, el espejillo se sumió en el olvido, y su minería permaneció desconocida y ajena a la tradición histórica minera que otras zonas y otras explotaciones por sus continuas reactivaciones a lo largo del tiempo, han mantenido.
Extracción y procesado del mineral
Una vez conocidos los métodos de trabajo, la iluminación, y el instrumental minero, nos queda por conocer cómo se extraía el lapis specularis. La secuencia de extracción de las placas de espejillo comienza, como nos indicaba Plinio el Viejo, con el arranque de los bloques dentro de la mina, y si era factible se reducía el tamaño del bloque extraído mediante su corte con serrucho ya en el interior, para poder así sacar y transportar el menor volumen posible. Los bloques se porteaban por las galerías de trecho en trecho hasta los pozos, de donde se sacaban al exterior mediante tornos o por las rampas con el uso de caballerías.

En el exterior, el espejillo se acarreaba a las instalaciones de superficie que se situaban a boca de mina, donde los centros de procesamiento devastaban las placas y las seleccionaban por calidades y tamaños. Después de los retoques y de la selección, las placas de espejillo se cortaban con sierra en módulos comerciales, usando una serie de plantillas y punzones que dibujaban y perfilaban, con incisiones en el mismo espejillo, el formato y la superficie a cortar según el módulo requerido.
La forma más frecuente de los módulos es la rectangular o cuadrada. El formato cuadrado es fácil de apilar y embalar, lo que abarata sustancialmente los costes, aunque no se descarta el uso de módulos más complejos que requerirían complicados dibujos curvos, u otras formas geométricas como triángulos, círculos, rombos, etc. Los módulos de espejillo eran ideales para su aplicación  como acristalamiento a modo de vidrieras en ventanales o celosías a basé de vanos de cerámica o piedra, o en rejas metálicas y entramados de madera que hacían las veces de ventanas.
La piedra especular se puede cortar con sierra fácilmente. Se usaron distintos tipos de sierra. A juzgar por las huellas dejadas en los espejillos cortados, los grosores de los dientes de las sierras y serruchos son de varios tamaños, pero todas las piezas presentan un ángulo de corte 45 grados, por lo que es de suponer el apoyo de las placas en superficies planas, seguramente mesas o bancos de trabajo para poder cortarlas con mayor comodidad.
Una vez cortadas, las placas se hienden con cinceles y se separan en láminas, exfoliándose en planos naturales. La exfoliación permite que, de una pieza en bruto, se obtengan una serie de láminas idénticas del mismo patrón, siempre en función de la capacidad de grosor de la placa de espejillo. Esto es muy útil en parámetros constructivos, ya que con varias exfoliaciones se contaría con una serie de módulos iguales que son replicas de sí mismas, y agiliza el trabajo si se necesitase, por ejemplo, una serie de piezas idénticas para cubrir un vano subdividido en retículas moduladas que se pretendiera construir.
No sabemos todavía cómo se las ingeniarían para conseguir el "ancho predeterminado" a la hora de lajar las placas, es decir, cómo conseguían un ancho preciso por ejemplo, de láminas de dos centímetros, ya que la exfoliación tiende a lajar las placas por las direcciones de fracturas y de debilidad, y no por anchos homogéneos, dificultando enormemente obtener la medida deseada y establecida. Quizá el método sea semejante a la de los maestros de cantería, que van fijando pequeñas cuñas de madera a intervalos iguales, para que las piedras se partan con el mismo grosor y de manera uniforme en el lugar adecuado; este trabajo sería hecho por personal especializado.
Con los módulos de espejillo ya preparados, sólo restaba embalarlos y distribuirlos. El embalaje también se hacía en la instalación minera, posiblemente en cajas de madera rellenas de paja o en sacos de esparto precintados con plomo, a juzgar por el elevado número de ellos que hay en la zona de minas.



El lapis specularis o espejuelo es un yeso cristalizado que se presenta en la naturaleza en forma de grandes masas transparentes. Su estructura es laminar u hojosa, de manera que parece estar constituido por multitud de hojas o capas adheridas, siendo susceptible de ser exfoliado, es decir, separarlo siguiendo planos determinados, lo que permite obtener, fácilmente y de una sola placa, una serie de láminas diáfanas, de grosores variables y textura micácea.
Por su propiedad translúcida y sus características, se aplicó preferentemente en la edificación urbanística del nuevo Imperio en construcción, de manera que en Hispania, y más concretamente en una zona de la Tarraconense, un mineral particularmente abundante, de gran pureza, calidad y fácil de trabajar, se convirtió en el material constructivo conocido en su época como lapis specularis.